No hubo palabras en la despedida póstuma del régimen cubano al general de división Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, quien falleció a los 62 años a causa de un paro cardiorrespiratorio. En la sala Granma del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), la cúpula de poder de la isla se paró en firme ante sus restos. Raúl Castro fue el primero en dar un paso al frente para depositar una rosa blanca. Luego lo hicieron el presidente Miguel Díaz-Canel, cada uno de los miembros del Buró Político del Partido Comunista y, por último, sus familiares.

El general López-Calleja era el exyerno de Castro y el presidente de GAESA, el grupo empresarial de las Fuerzas Armadas que controla, estiman especialistas, entre 70 % y 80 % de la economía cubana. Su muerte deja un vacío de poder en el futuro del castrismo, pues, su influencia dentro de la élite militar y en el aparato financiero de la nación, lo colocaban como uno de los nombres claves para asumir los verdaderos hilos del régimen, una vez que Raúl Castro, de 91 años, falleciera.

No en vano, en los últimos años vimos su nombre salir de las sombras, donde estuvo resguardado por décadas, y volverse un rostro visible dentro de la plantilla nominal del gobierno. Pasó, en un abrir y cerrar de ojos, de ser un integrante de la familia Castro a ser un miembro del Buró político —el principal grupo de militares y ministros que dirige la isla—, a tener un asiento en la Asamblea Nacional y a ser el asesor principal del presidente Díaz-Canel.

Advertisement

Para entender lo que significa para el régimen la pérdida de alguien del calibre del general López-Calleja, hay que explicar cómo funciona el poder dentro de la élite castrista. Ese poder está dividido en dos alas. Por un lado, el poder nominal: los burócratas que han logrado ascender dentro de la pirámide del Partido Comunista pero que solo cuentan con esa autoridad, por ejemplo, el presidente Díaz-Canel y el primer ministro Manuel Marrero. Y por otro lado: los militares de más alto rango y la familia Castro, quienes funcionan como una especie de familia oligárquica y quienes sí tienen el absoluto control del país. La única persona que pertenecía a ambas alas, sin contar a Raúl Castro, era López-Calleja.

Share this articleShare

Con su ausencia el régimen se debilita. No solo desaparece una pieza fundamental en el actual engranaje de la maquinaria económica del Estado, sino que se produce una reconfiguración política de cara al inevitable recambio generacional de los dirigentes del gobierno. Ese relevo de batón ya está en curso, lo podemos observar en la fotografía solemne que les hicieron a los líderes del régimen ante las honras fúnebres de López-Calleja. Pero es un cambio que no se nota: sigue Raúl Castro al centro y al frente, siguen presentes ancianos militares y los “rostros jóvenes” no tienen poder. De ahí el peso de la ausencia del general fallecido.

Un hombre a quien, cuando aún Fidel Castro estaba vivo, ya Bloomberg catalogaba como el más influyente de Cuba en términos de negocios y comercio por su condición de director de GAESA, el conglomerado empresarial más grande de la isla que es dueño de la mayoría de las cadenas de comercios minoristas, hoteles, restaurantes, gasolineras, flotas de autos de alquiler, empresas importadoras y exportadoras, entre otras muchas cosas.

Advertisement

Incluso, una investigación de McClatchy y el Miami Herald comprobó que los tentáculos de GAESA sobrepasan los límites de la isla al contar con una red de empresas offshore que mueven capital cubano en el extranjero para hacer negocios y evadir las leyes del embargo económico de Estados Unidos hacia Cuba. El director de esas empresas es Guillermo Faustino Rodríguez López-Calleja, hermano del general fallecido.

Escucha el pódcast El Washington Post para conocer las últimas noticias en español

Por esa razón y por “financiar la opresión del régimen en Cuba y la interferencia en Venezuela”, la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro de Estados Unidos sancionó a López-Calleja al incluirlo en la lista de ciudadanos especialmente designados y personas bloqueadas.

La muerte de López-Calleja es un golpe tan fuerte al corazón del castrismo que puede remover sus cimientos y ser determinante para su futuro. El régimen llora al general, pero para los cubanos ha muerto el hombre que, mientras el pueblo no tenía cómo medicarse en el medio de la pandemia del COVID-19 ni cómo alimentarse, decidió utilizar los recursos del gobierno para construir hoteles lujosos por toda la isla.

La herida sistémica que genera la desaparición física del general evidencia la decadencia del régimen, que tendrá que seguir aferrado a su pasado, a los hoy ancianos que no tienen en quién depositar el legado autoritario para sostener el statu quo de la nación a futuro.

ncG1vNJzZmivp6x7uK3SoaCnn6Sku7G70q1lnKedZLK0e8%2Boqq1ln6W2r7XOp2ZraGJnfHGDjmlsaKWlmr%2B1sYylrKKrXZa5o7HRraZmqp%2BZv6qz1J6xZqSfpbK7ecKao6WdmpZ6pMHBmmScmaOpv6q%2FzKhkpqGcnsGivo4%3D